viernes, 17 de julio de 2015

¿Dónde están los que te acusaban?

Con mucha facilidad señalamos a los que están a nuestro alrededor; sin pensarlo dos veces decimos y/o hacemos cosas que ofenden y hacen sentir mal a los demás, y todo porque nos sentimos superiores, o con el derecho de hacerles ver sus errores o las cosas que no nos agradan de ellos. Ojalá que ese dedo, antes de apuntar a los demás, apuntara a nosotros mismos y pudiéramos ver cómo estamos nosotros, antes de ver a los demás.

A modo de estudio de uno de los recuerdos del Señor Jesús, el cual se encuentra en Juan 8:1-11, me gustaría que pudiésemos ver dos ejemplos claros de cómo se debe actuar, y como no hay que hacer las cosas en cuanto a señalar a los demás; a la vez que pudiésemos pensar en alguien que hayamos llegado a exponer en público, o que constantemente le estemos haciendo ver sus errores, al revés, alguien que nos haya exhibido a nosotros. Por lo pronto, vamos a ver qué nos dice este texto de Juan.

La historia está así:

Jesús, de nueva cuenta estaba enseñando, y como era de costumbre, muchísima gente estaba a su alrededor. Pero entonces, entran a escena unos religiosos, a los cuales se les llama fariseos, con una mujer que sorprendieron teniendo relaciones sexuales con otro hombre que no era su esposo, así que la pusieron en medio de la multitud.

(Pausa)

Hasta aquí,  podemos ver que, la actitud de juzgar de los fariseos hacia esa mujer era tal, que de una u otra manera se abrieron paso entre la multitud para ponerla en medio de todos. En aquel entonces, no era común que las mujeres fueran el centro de atención, sin embargo a los fariseos se les olvidó eso con tal de exponer a la persona enfrente de todos, pero especialmente, frente a Jesús.
Esto es algo que no debemos imitar; el hecho de querer exponer a alguien en público no es nada bueno, en primer lugar, porque no somos personas sin errores, y debemos pensar que así como estamos exponiendo a dicha persona, así también nos podrían exhibir a nosotros mismos; y en segundo lugar, por el simple hecho de que el ser exhibidos nos hace sentir la persona más miserable que pueda existir, y entre más sea la gente, peor es el sentimiento. ¿Qué pensaría Jesús de esto que hacían los fariseos?

(Continúa)

Los religiosos le recordaron a Jesús que a ese tipo de mujeres se les tenía que apedrear como castigo porque así lo decía la ley. Entonces, le pidieron su opinión a Jesús, pero esto a modo de hacer que se equivocara y así poder acusarlo. Jesús, escribe en el suelo, y los religiosos seguían preguntando qué debían hacer. Entonces, Jesús dijo: “Si alguno de ustedes nunca ha pecado, tire la primer piedra”.

(Pausa)

Al parecer, para los religiosos la exhibición no estaba completa sino se apedreaba a la mujer.
En verdad hay veces que no nos basta con el hecho de decirle a todo el mundo lo que ha hecho fulanito o zutanito, sino que buscamos la manera de que, colectivamente, le hagamos pagar por sus errores, o simplemente, exhibirlo más.
Pero lo que dice Jesús es, si tú no tienes algo por lo que puedas ser exhibido, pues entonces exhibe a los demás. Jesús nunca dijo que no la apedrearan. Sin embargo, es probable que hubiese pensado: “…pero después de ella siguen ustedes”.

(Continua)

Después de lo que dice Jesús, todos los que estaban ahí se fueron, hasta quedar solamente Jesús y la mujer. Jesús le hizo ver a la mujer que los que la estaban acusando ya se habían ido, y la mujer respondió que ninguno de ellos la había condenado. Y por último, Jesús le dice: “Tampoco yo te condeno. Puedes irte, pero no vuelvas a pecar”.

Así termina el texto de Juan 8:1-11.

Creo que no es necesario explicar nada sobre esto último. Sólo me queda decir: Jesús, gracias; porque siendo Tú el único que podrías juzgarnos, apedrearnos, exhibirnos, humillarnos, has preferido perdonarnos y no condenarnos, y nos has dado libertad, con la advertencia clara de no volver a pecar.

Al inicio mencioné que pensáramos en alguien que alguna vez hayamos exhibido, o alguien que nos haya exhibido a nosotros, y esto con el propósito de que nos acerquemos a esa persona y le pidamos perdón, o lo perdonemos, según sea el caso; pues hemos visto que Jesús actúa de manera distinta. Él no exhibe a las personas frente a una multitud, sino que en la intimidad nos dice “No te condeno. Puedes irte, pero no vuelvas a pecar”.

Que Dios nos guíe.


 -MASS

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