Creo
en Dios
“Creo
en Dios”: ésta es la afirmación primera del Credo de los Apóstoles, el cuál fue
creado a finales del siglo II, como respuesta a las distintas ideas que habían
alrededor del cristianismo para decir, como cristianos, que no pensaban igual
que los gnósticos, creyendo que el cuerpo y el mundo físico no valen nada; que
no vivían igual que los filósofos griegos, hablando principalmente del
platonismo, descuidando el medio ambiente; que no participaban de las conductas
inmorales que el imperio romano solía realizar, entre otras tantas ideas;
refutando así todos estos pensamientos contrarios a lo que Dios muestra en su
Palabra, y también contrario a lo que enseñó Jesús. Hoy en día, en muchas de nuestras iglesias,
seguimos afirmando lo que este Credo proclama, y, quizá, lo más importante de
todo este credo, se resume en esa primera afirmación de creer en Dios.
Pero,
¿qué significa creer en Dios?
Considero que es obvio, pero de todas maneras aclaro que, lo que comente en este escrito no engloba todo lo que tiene que ver con el creer en Dios, mucho menos quiero encerrar a Dios, ni al creyente, en los puntos que comentaré, y que fuera de lo que yo digo las cosas están mal, para nada quisiera ocasionar algo así. Pero debido a ciertas situaciones que se me han presentado de un tiempo para acá, es que quiero decir, en tres puntos, lo que para mí es creer en Dios.
Considero que es obvio, pero de todas maneras aclaro que, lo que comente en este escrito no engloba todo lo que tiene que ver con el creer en Dios, mucho menos quiero encerrar a Dios, ni al creyente, en los puntos que comentaré, y que fuera de lo que yo digo las cosas están mal, para nada quisiera ocasionar algo así. Pero debido a ciertas situaciones que se me han presentado de un tiempo para acá, es que quiero decir, en tres puntos, lo que para mí es creer en Dios.
Nuestra humanidad
vuelve a su estado original.
El creer en Dios, y creer en lo que Él ha hecho al intervenir en la historia del mundo, es decir, todas sus obras de salvación, ya sea que pensemos en la salida del pueblo de Israel de Egipto, la llegada del pueblo de Israel a la tierra prometida, la liberación de Jerusalén de la opresión Babilónica, pero principalmente la venida de Cristo al mundo y el don del Espíritu Santo, nos muestran a un Dios que, teniendo Él la iniciativa, se interesa por la restauración del ser humano. Dios ha querido devolverle al ser humano su humanidad, ya que todo lo que ha hecho el pecado, desde un inicio, ha sido deshumanizarnos por completo. Ahora bien, no toda persona “humanista” es cristiana, pero los seguidores de Jesús no podemos ser menos que alguien “humanista”, es decir, ver por las demás personas que, al igual que nosotros, llegaron a perder su humanidad al pecar, y podamos mostrar el amor de Dios hacia ellos, así como servirles en todo cuanto podamos. Al ser restaurados por Dios, podemos vivir una vida nueva, no siendo ángeles, ni ningún otro tipo de ser celestial, sino siendo seres humanos; podemos disfrutar de la vida en libertad, disfrutar de lo que Dios ha creado para el placer y el goce del ser humano sin querer ver siempre el lado malo de las cosas, aunque claro, siempre teniendo templanza y diligencia de qué sí está bien y qué no; no es lo mismo una vida en libertad que una vida libertina. Y por último, si bien nuestra humanidad aquí en la tierra no se vive de manera plena, tenemos la esperanza de que en Cristo, quien es cabeza de una Nueva Humanidad, al volver por segunda vez, restaurara todas las cosas y hará todo de nuevo, y las hará incorruptibles; será entonces que podremos vivir una vida plena, por lo pronto podemos darnos una pequeña idea de lo que Dios piensa hacer con la vida del ser humano, gracias a que conocemos la vida de Cristo. Por lo tanto, el creer en Dios se refleja en nuestra vida cuando podemos disfrutar de una buena amistad, cuando podemos disfrutar una comunión sincera con Dios, cuando podemos andar en las calles sin miedo a que alguien nos vaya a hacer daño, cuando podemos dar un abrazo a alguien de manera inocente, cuando buscamos hacer cosas que dignifiquen la vida de las personas, como pagar lo justo por el trabajo de alguien que incluso trabaja más de ocho horas diarias, entre otras cosas que dan muestra de una humanidad restaurada por Dios.
El creer en Dios, y creer en lo que Él ha hecho al intervenir en la historia del mundo, es decir, todas sus obras de salvación, ya sea que pensemos en la salida del pueblo de Israel de Egipto, la llegada del pueblo de Israel a la tierra prometida, la liberación de Jerusalén de la opresión Babilónica, pero principalmente la venida de Cristo al mundo y el don del Espíritu Santo, nos muestran a un Dios que, teniendo Él la iniciativa, se interesa por la restauración del ser humano. Dios ha querido devolverle al ser humano su humanidad, ya que todo lo que ha hecho el pecado, desde un inicio, ha sido deshumanizarnos por completo. Ahora bien, no toda persona “humanista” es cristiana, pero los seguidores de Jesús no podemos ser menos que alguien “humanista”, es decir, ver por las demás personas que, al igual que nosotros, llegaron a perder su humanidad al pecar, y podamos mostrar el amor de Dios hacia ellos, así como servirles en todo cuanto podamos. Al ser restaurados por Dios, podemos vivir una vida nueva, no siendo ángeles, ni ningún otro tipo de ser celestial, sino siendo seres humanos; podemos disfrutar de la vida en libertad, disfrutar de lo que Dios ha creado para el placer y el goce del ser humano sin querer ver siempre el lado malo de las cosas, aunque claro, siempre teniendo templanza y diligencia de qué sí está bien y qué no; no es lo mismo una vida en libertad que una vida libertina. Y por último, si bien nuestra humanidad aquí en la tierra no se vive de manera plena, tenemos la esperanza de que en Cristo, quien es cabeza de una Nueva Humanidad, al volver por segunda vez, restaurara todas las cosas y hará todo de nuevo, y las hará incorruptibles; será entonces que podremos vivir una vida plena, por lo pronto podemos darnos una pequeña idea de lo que Dios piensa hacer con la vida del ser humano, gracias a que conocemos la vida de Cristo. Por lo tanto, el creer en Dios se refleja en nuestra vida cuando podemos disfrutar de una buena amistad, cuando podemos disfrutar una comunión sincera con Dios, cuando podemos andar en las calles sin miedo a que alguien nos vaya a hacer daño, cuando podemos dar un abrazo a alguien de manera inocente, cuando buscamos hacer cosas que dignifiquen la vida de las personas, como pagar lo justo por el trabajo de alguien que incluso trabaja más de ocho horas diarias, entre otras cosas que dan muestra de una humanidad restaurada por Dios.
No se trata de
nosotros, sino de Dios.
Quizá parecerá un poco contradictorio decir que aquí el más importante es Dios, cuando en el punto pasado se mencionaba la restauración del ser humano como muestra del creer en Dios; pero no, no es nada contradictorio. Y no es contradictorio porque la restauración del ser humano es parte de la buena voluntad de Dios, y, como ya mencioné antes, es Dios quien da el primer paso para que esto suceda. Justamente de esto trata también el creer: la buena voluntad de Dios. Quien cree verdaderamente, busca hacer la voluntad de Dios; lamentablemente mucho se dice que “todo lo que pasa es voluntad de Dios”, pero esto es una vil mentira; es por eso que al orar el Padre Nuestro, Jesús dijo: “Hágase tu voluntad en la Tierra, así como se hace en el Cielo”, porque al ver a nuestro alrededor, y ver tanta corrupción, tantas mentiras, violaciones, niños que son usados como objetos y que incluso se venden sus órganos, guerras, familias destrozadas, entre tantas cosas más, podemos darnos cuenta que en realidad la voluntad de Dios no está sucediendo, por eso es que Jesús oraba de esa manera. Ahora bien, el ser humano fue creado para estar relacionado con Dios, por lo tanto es Dios el propósito, o el fin, en la vida, no sólo del ser humano, sino de la creación entera; fuimos creados para estar con Dios, para hablar con Él, para cantarle a Él, para servirle a Él, para amarle a Él, y así mismo a todo cuanto Él ha hecho, pues el servicio y el amor a la creación toda es parte de la alabanza, el servicio y el amor a Dios. Se trata de Dios simple y sencillamente por todo cuanto Él es, y por cuanto Él es, ha hecho mucho por nosotros sin nosotros si quiera merecerlo. El creer en Dios nos debe hacer doblar nuestras rodillas, día a día, en señal de sumisión y adoración, y poder decir “Señor, has con mi vida lo que te parezca mejor, mi vida es toda tuya”; y el buscar esa buena voluntad de Dios y someternos a Él, no debe ser algo que nos “saque” de este mundo, como si fuese una droga que nos hace evitar la realidad, sino más bien introducirnos en el mundo en el que vivimos, y, ahí donde nos ha llamado Dios, cumplir con los dos más grandes mandamientos: Ama al Señor con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente. Y ama a tu prójimo como a ti mismo.
Quizá parecerá un poco contradictorio decir que aquí el más importante es Dios, cuando en el punto pasado se mencionaba la restauración del ser humano como muestra del creer en Dios; pero no, no es nada contradictorio. Y no es contradictorio porque la restauración del ser humano es parte de la buena voluntad de Dios, y, como ya mencioné antes, es Dios quien da el primer paso para que esto suceda. Justamente de esto trata también el creer: la buena voluntad de Dios. Quien cree verdaderamente, busca hacer la voluntad de Dios; lamentablemente mucho se dice que “todo lo que pasa es voluntad de Dios”, pero esto es una vil mentira; es por eso que al orar el Padre Nuestro, Jesús dijo: “Hágase tu voluntad en la Tierra, así como se hace en el Cielo”, porque al ver a nuestro alrededor, y ver tanta corrupción, tantas mentiras, violaciones, niños que son usados como objetos y que incluso se venden sus órganos, guerras, familias destrozadas, entre tantas cosas más, podemos darnos cuenta que en realidad la voluntad de Dios no está sucediendo, por eso es que Jesús oraba de esa manera. Ahora bien, el ser humano fue creado para estar relacionado con Dios, por lo tanto es Dios el propósito, o el fin, en la vida, no sólo del ser humano, sino de la creación entera; fuimos creados para estar con Dios, para hablar con Él, para cantarle a Él, para servirle a Él, para amarle a Él, y así mismo a todo cuanto Él ha hecho, pues el servicio y el amor a la creación toda es parte de la alabanza, el servicio y el amor a Dios. Se trata de Dios simple y sencillamente por todo cuanto Él es, y por cuanto Él es, ha hecho mucho por nosotros sin nosotros si quiera merecerlo. El creer en Dios nos debe hacer doblar nuestras rodillas, día a día, en señal de sumisión y adoración, y poder decir “Señor, has con mi vida lo que te parezca mejor, mi vida es toda tuya”; y el buscar esa buena voluntad de Dios y someternos a Él, no debe ser algo que nos “saque” de este mundo, como si fuese una droga que nos hace evitar la realidad, sino más bien introducirnos en el mundo en el que vivimos, y, ahí donde nos ha llamado Dios, cumplir con los dos más grandes mandamientos: Ama al Señor con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente. Y ama a tu prójimo como a ti mismo.
Creer es vivir lo que
se cree.
Mucho
podríamos escribir, mucho podríamos hablar, proponer, pensar, creer; pero si
todo esto se queda ahí, en un simple pensamiento, en una simple meditación,
pues entonces no nos sirve de nada. Si no vivimos todo lo que creemos, jamás
será creíble nuestra supuesta creencia, pero sobre todo la pregunta sería ¿en
verdad creemos?, si es así ¿entonces por qué se queda en meras palabras? ¿Por
qué no lo vivimos? Queridos amigos y amigas, Dios se toma las cosas en serio,
nada de esto es un juego, o nos comprometemos por completo, o mejor no nos
comprometamos. Dios dijo así a la iglesia de Laodicea: “Estoy enterado de todo lo que haces, y sé que no
me obedeces del todo, sino sólo un poco. ¡Sería mejor que me obedecieras
completamente, o que de plano no me obedecieras! Pero como sólo me obedeces un poco, te rechazaré por completo.”
Apocalipsis 3:15, 16.
Mi
invitación es a que participemos de la vida de Cristo, animémonos unos a otros
a seguir firmes en la obediencia a Dios, a servir y amar al prójimo y a la
creación entera, a entregarnos por completo a Dios. Si verdaderamente creemos,
tenemos que vivir todo eso en lo que hemos creído, pues si una persona nos dice
que el día de mañana sale a primera hora de viaje y ni siquiera ha hecho sus
maletas, ¿podríamos creer lo que nos dice? Eso es sólo un ejemplo muy sencillo,
así que vuelvo a decirlo, ¡vivamos lo que creemos! No sirve de nada creer sin
vivir lo creído.
“A los que dicen que son fieles a Dios, pero no
hacen lo bueno, yo les podría decir: «Tú dices que eres fiel a Dios, y yo hago
lo que es bueno. Demuéstrame que es posible ser fiel a Dios sin tener que hacer
lo bueno, y yo te demostraré que soy fiel a Dios por medio del bien que hago.
Tú crees que existe un solo Dios. ¡Muy bien! Pero hasta los demonios creen en
él y tiemblan de miedo.” Santiago 2:18-19.
Por
último me despido con otra invitación y es que, como muchos sabemos, la lectura
no es un hábito que se tenga en nuestro país, México, así que los invito a que
podamos dedicar por lo menos 30 minutos diarios a la lectura de cualquier tema
que sea de nuestro interés, pero principalmente, que podamos leer la Biblia a
diario, y mi recomendación es hacerlo de pasta a pasta. Y si ya la han leído
completa una vez, pues vuélvanlo a hacer, si se puede en otra versión distinta
a la que ya leyeron pues es más enriquecedor; esto me lo sugirió un amigo y
tengo rato ya practicándolo, y en verdad ha sido grandioso.
“¡Que el Señor te bendiga y te proteja! ¡Que el Señor te mire con benevolencia y tenga misericordia de ti! ¡Que el
Señor te mire favorablemente
y te colme de paz!” Números 6:24-26
-Manuel Sáenz
y te colme de paz!” Números 6:24-26
-Manuel Sáenz
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